miércoles, 5 de noviembre de 2014

La justicia penal. Un mercadillo



La justicia penal. Un mercadillo
“Tanto más justa y útil será la pena cuanto más pronta fuere y más vecina al delito cometido” (Cesare Beccaria.- De los Delitos y las Penas).
 Esta pretensión boga en el alma de los seres humanos secularmente y hoy, a un paso de conquistar el plante Marte, aún los míseros humanos no hemos conseguido algo tan consustancial con la convivencia social como es la pronta administración de justicia.
No se puede decir que resulte imposible, porque no lo es. Ocurre que lo que no hay es voluntad cierta de conseguir una administración de justicia, rápida eficaz y con una innegable base de justicia social.
Que el Poder Judicial está cautivo es un clamor generalizado, y resulta triste que este cautiverio no se deba sola y exclusivamente a la carencia de medios materiales para un funcionamiento adecuado a los tiempos, no solo es la carencia de los medios. Es mucho mas trascendental la actitud de los sujetos que la administran, que se han coaligado con el sistema y han silenciado su voz por motivos espurios tanto de miedo personal como de verse inmersos en críticas sociales y sobre todo cercenar sus posibilidades de ascenso en la carrera judicial.
Recientemente se ha producido una voz en el desierto que despierta cierta esperanza en la conciencia de jueces y magistrados, una voz autorizada como es la del Presidente del Tribunal Supremo, afirmando públicamente que la ley procesal penal está hecha para perseguir a roba gallinas.
¿Ahora, al cabo de los años se dan cuenta de que eso ha sido siempre así? o, al menos, para ser rigurosos, desde finales del siglo XIX de que data la referida ley (aunque haya habido multitud de parches).
¿Es posible que su falta de criterio  les haya impedido ver que la situación de la justicia es insostenible?
El Consejo General del Poder Judicial, máximo órgano de gobierno de jueces y magistrados  se mueve a golpe de pito. Es un poder secuestrado porque sus miembros se deben al señor que los designa y estos señores pertenecen a la sociedad de las llamadas “castas”.
Hay algunos sujetos comprometidos, algunos Juan Salvadores Gaviota que por pretender volar por su cuenta les han cortado las alas, y son utilizados como chivos expiatorios para aviso de navegantes.
No pueden ser admitidas soluciones como las que se pretenden ante los tribunales del orden penal proponiendo acuerdos de conformidad en la aceptación de una pena que, en la mayoría de los casos los imputados se ven forzados a  aceptar sin ni tan siquiera la previa declaración de culpabilidad. Un mercadillo en el que el ciudadano es mercancía de cambio, sujeto a un resultado estadístico. Bueno algunos ciudadanos, otros no; y todo ello como solución para conseguir  una justicia mas rápida. Es algo que no se puede admitir ni permitir.
Juan Pedro Dueñas Santofimia 
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